El niño descalzo
JORDI BALLÓ - 16/11/2004
Vi en el 33, el viernes por la noche, una imagen que no logro, ni quiero, olvidar. Una secuencia que empezaba en unos pies desnudos en medio de una tierra árida y pedregosa. La cámara se movía en forma ascendente y breve, para descubrir pronto que se trataba de un niño, de un niño afgano con cara angustiada. Interrogado por el director, que estaba tras la cámara, el niño contaba con voz entrecortada su malestar por no haber podido coger unos matojos para comer, porque el frío le había impedido caminar. "¿No tienes zapatos?", le preguntaba el director. "No", respondía el niño, que añadía algunos detalles a otras preguntas: que era huérfano porque sus padres habían muerto en la guerra, que vivía con su abuela y su hermano más pequeño -¡más pequeño, aún!- y que él era el encargado de mantener a la familia. Y mostraba unos trozos de pan seco que había podido recoger. Y al reflexionar sobre su propia condición, lloraba un poco, pero se reponía inmediatamente. Todo en una sola secuencia de varios minutos, una secuencia final de una obra maestra ejemplar dirigida por el cineasta iraní Madji Majidi que lleva el título Descalços cap a Herat y que el magnífico programa El documental emitirá en sucesivos episodios en las próximas semanas.
He visto en los días siguientes, en las imágenes palestinas, en las iraquíes, a otros niños sufrientes en la televisión. Pero en ninguna de estas imágenes soy capaz de comprender con tanta intensidad el sentir de un ser indefenso, cultivado en el arte de la supervivencia, como este niño afgano que intenta mantener un trozo de vida en las condiciones más imposibles y que Majidi muestra con sabiduría de cineasta, gracias a su larga estancia en estos campos afganos, antes y después de la presencia talibán.
Esta imagen extraordinaria crea memoria. Y eso es algo difícil de encontrar en la televisión, que es un medio que suele crear olvido. Los índices de audiencia son incapaces de medir este detalle: la memoria de una imagen vista que produce saber. Por eso mienten, por eso no nos interesan.
Vi en el 33, el viernes por la noche, una imagen que no logro, ni quiero, olvidar. Una secuencia que empezaba en unos pies desnudos en medio de una tierra árida y pedregosa. La cámara se movía en forma ascendente y breve, para descubrir pronto que se trataba de un niño, de un niño afgano con cara angustiada. Interrogado por el director, que estaba tras la cámara, el niño contaba con voz entrecortada su malestar por no haber podido coger unos matojos para comer, porque el frío le había impedido caminar. "¿No tienes zapatos?", le preguntaba el director. "No", respondía el niño, que añadía algunos detalles a otras preguntas: que era huérfano porque sus padres habían muerto en la guerra, que vivía con su abuela y su hermano más pequeño -¡más pequeño, aún!- y que él era el encargado de mantener a la familia. Y mostraba unos trozos de pan seco que había podido recoger. Y al reflexionar sobre su propia condición, lloraba un poco, pero se reponía inmediatamente. Todo en una sola secuencia de varios minutos, una secuencia final de una obra maestra ejemplar dirigida por el cineasta iraní Madji Majidi que lleva el título Descalços cap a Herat y que el magnífico programa El documental emitirá en sucesivos episodios en las próximas semanas.
He visto en los días siguientes, en las imágenes palestinas, en las iraquíes, a otros niños sufrientes en la televisión. Pero en ninguna de estas imágenes soy capaz de comprender con tanta intensidad el sentir de un ser indefenso, cultivado en el arte de la supervivencia, como este niño afgano que intenta mantener un trozo de vida en las condiciones más imposibles y que Majidi muestra con sabiduría de cineasta, gracias a su larga estancia en estos campos afganos, antes y después de la presencia talibán.
Esta imagen extraordinaria crea memoria. Y eso es algo difícil de encontrar en la televisión, que es un medio que suele crear olvido. Los índices de audiencia son incapaces de medir este detalle: la memoria de una imagen vista que produce saber. Por eso mienten, por eso no nos interesan.
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